La bestia acecha en la penumbra. Me sigue sigilosa, esperando un momento de debilidad.
Las sombras son su dominio, desde ellas amenaza dejándome oír el rechinar de sus garras, haciéndome sentir su presencia.
Me odia tanto como yo a ella.
Me prueba, sopesa mi fortaleza y de vez en cuando lanza un zarpazo, con el que me hiere y escapa.
Voy agotando mis fuerzas en esta lucha por mantenerla fuera del alcance de los que amo, a los que podría dañar.
La odio por no clavar sus afilados colmillos en la yugular de quienes un día lo merecieron, y sin embargo poner en peligro a los inocentes.
Huele mi miedo y se relame, sedienta de sangre.
No puedo controlarla, solo mantenerla alejada, escondida en esas sombras que nunca llegarán a ser tan negras como su alma.
Enciendo luces que la mantengan alejada, mas en la oscuridad de la noche, en el silencio de la madrugada, a solas, siento su acre aliento en mi nuca; oigo sus gruñidos reclamando su lugar, su territorio.
Quiere para sí este cuerpo que compartimos. Aunque sabe, como yo, que mientras me quede un soplo de vida, un rastro de cordura, se lo impediré.
Y si para ello es necesario... nos mataré.
Las sombras son su dominio, desde ellas amenaza dejándome oír el rechinar de sus garras, haciéndome sentir su presencia.
Me odia tanto como yo a ella.
Me prueba, sopesa mi fortaleza y de vez en cuando lanza un zarpazo, con el que me hiere y escapa.
Voy agotando mis fuerzas en esta lucha por mantenerla fuera del alcance de los que amo, a los que podría dañar.
La odio por no clavar sus afilados colmillos en la yugular de quienes un día lo merecieron, y sin embargo poner en peligro a los inocentes.
Huele mi miedo y se relame, sedienta de sangre.
No puedo controlarla, solo mantenerla alejada, escondida en esas sombras que nunca llegarán a ser tan negras como su alma.
Enciendo luces que la mantengan alejada, mas en la oscuridad de la noche, en el silencio de la madrugada, a solas, siento su acre aliento en mi nuca; oigo sus gruñidos reclamando su lugar, su territorio.
Quiere para sí este cuerpo que compartimos. Aunque sabe, como yo, que mientras me quede un soplo de vida, un rastro de cordura, se lo impediré.
Y si para ello es necesario... nos mataré.
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