lunes, 29 de noviembre de 2010

Prójimo

Pongo a Dios por testigo
Que lo que escribo a continuación
Me sale del corazón
Y solo lo aplico conmigo.


A nadie señala mi dedo
Nadie soy para juzgar
Pero debo mirar
Si hago todo lo que puedo.


El Evangelio (mal que le pese a quienes lo denuestan), es un magnífico ejemplo de pragmatismo, es tremendamente práctico y funcional.
Hoy nos anestesiamos la conciencia “cooperando” con ONG´s, donando para grandes causas, alineándonos contra guerras o a favor de los derechos humanos, ¡Oye, que eso está muy bien. No me malinterpretes! Hay que hacerlo sin duda.
Pero… ¿Qué pasa con el indigente que duerme en tu portal?, ¿qué hay de los que buscan que comer en tus contenedores de basura?, ¿o con ese inmigrante que te molesta cuando tomas una cerveza, queriendo venderte unas baratijas?
Seguro que no nos importaría colaborar contra el hambre en Nigeria, pero que ese nigeriano no te moleste en el bar…
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” dice el Evangelio, (ahora le llaman a eso empatía creo, y ni con tan bonito nombre se usa).
Prójimo proviene del latín “proximus” (más cercano) del que por vía culta obtuvimos próximo.
Es decir:
Ama al que está más cerca como a ti mismo. La cooperación con organizaciones, etc. Es más “aséptica”, no tenemos que mancharnos las manos, ni oler la humanidad de otros, ni tenemos que enfrentarnos a la realidad (a través de la TV es mejor), de las miserias que tienen que soportar nuestros “proximus”. Evitando así esa desagradable sensación de sentirme mal por mirar para otro lado o de ignorar la mano que se me tiende pedigüeña.
Pero a tu lado hay quien necesita ayuda, una palabra amable, una sonrisa. Necesita que alguien sepa que existe.
En fin… denuesta el Evangelio pero ojalá lleguemos a amar al que está cerca un poquito de lo que nos amamos a nosotros mismos.

Carta de amor

Hola mi amiga, te extraño.
Mi compañera, te anhelo.
Mi amante, te deseo.

Me asomo a este inmenso desierto de blanco papel que nos separa, sabiéndote al otro extremo. Quiero tender un puente de tinta sobre él, que te acerque mis sentimientos. Pero no sé cómo empezar, me pesa tanto tu ausencia que solo puedo recordar… Deslizaré la pluma suavemente, como mis manos rozan tu blanca piel, y las palabras serán como las caricias que van dibujando poco a poco garabatos que van cobrando sentido, que hablan de amor.

Gracias por llenar mis días de ilusión, por ser algo dulce en medio de la amargura de esta vida.

Sabes que a veces me desaliento, pero con solo pensar en ti, en lo que he llegado a quererte me llenas de alegría y esperanza. Deseo aprender a llenar otras cartas con palabras que te ayuden a soportar el dolor de la distancia, que te recuerden que te espero, pero que no sean muchas, que llegue pronto el día en que no sean necesarias.

Y cuando este puente llegue hasta ti sepas que al otro lado…
Ahora y siempre tuyo estoy, mi bien.


Cuídate mi sol, cuídate mi estrella, luz que me alumbra, te quiero.

La espera

¡Cómo se hace esperar el momento del encuentro!
Los días gotean despacio cual alambique sus horas.
Las horas destilan minutos, que van cayendo cual gotas
En el cuenco de mi alma, en mi pecho muy adentro.

Y al caer despiertan ecos en este vacío espacio
Que te anhela y te espera como se espera a la aurora,
Cómo se espera al rocío con su humedad bienhechora.
¡Otro minuto ha pasado, y ha pasado tan despacio!

Creo oír ya tu voz como un susurro velado,
Imagino ya tu risa juguetear con el viento.
Mi corazón tiene prisa por acabar el tormento
Ya pasó otra hora, ¿por qué tan lenta ha pasado?

El tiempo en que no estás tiene forma de laberinto,
Por el que camino a tientas, en el que ando perdido.
Hundiendo mis pies en el camino fluido
De momentos derretidos porque tú no estás conmigo.

Con la vida en suspenso, paréntesis en el que espero
El tiempo sigue lentamente pasando.
Y mi ser entero está gritando
No te tardes mi bien, ven pronto mi lucero.

Viejo Río

Del manantial fluyó mansamente, de las entrañas de la madre.
Se detuvo un instante sorprendido por el sol que su cuerpo bañaba.
Y sin saber cómo en un instante veloz discurría por una pendiente.

Jugaba y enredaba entre piedras y riscos, cobrando fuerza y coraje.
En su ímpetu arrastraba cuanto a su paso encontraba.
Orgulloso de sí mismo, se olvidó de la madre, de su fuente.

Encontró grandes obstáculos, hendido fue por rocas cortantes,
Arrojado al vacío con rebeldía bramaba,
Y su lucha contra el destino solo le hacía más fuerte.

Luego discurrió más despacio por tierras más agradables,
Trampas pusieron a su paso que su ímpetu domesticaban
Sus fuerzas otros usaban, debilitándolo gravemente.

Ahora otros decidían por donde iría su cauce.
Y sobre él (manso ahora) vertían todo lo que les sobraba.
Su fluir continuaba como de costumbre, pero tristemente.

Su camino se termina, ya no corre, arrástrase,
Pero al fondo ve un horizonte en el que se fusionaba
Con el cielo, y de repente anhela el momento de volver a la fuente.

-¡Ya sé, ya sé abuelo,
Es un río!.
-No mi cielo.
No es un río,
Fue tu abuelo.