Del manantial fluyó mansamente, de las entrañas de la madre.
Se detuvo un instante sorprendido por el sol que su cuerpo bañaba.
Y sin saber cómo en un instante veloz discurría por una pendiente.
Jugaba y enredaba entre piedras y riscos, cobrando fuerza y coraje.
En su ímpetu arrastraba cuanto a su paso encontraba.
Orgulloso de sí mismo, se olvidó de la madre, de su fuente.
Encontró grandes obstáculos, hendido fue por rocas cortantes,
Arrojado al vacío con rebeldía bramaba,
Y su lucha contra el destino solo le hacía más fuerte.
Luego discurrió más despacio por tierras más agradables,
Trampas pusieron a su paso que su ímpetu domesticaban
Sus fuerzas otros usaban, debilitándolo gravemente.
Ahora otros decidían por donde iría su cauce.
Y sobre él (manso ahora) vertían todo lo que les sobraba.
Su fluir continuaba como de costumbre, pero tristemente.
Su camino se termina, ya no corre, arrástrase,
Pero al fondo ve un horizonte en el que se fusionaba
Con el cielo, y de repente anhela el momento de volver a la fuente.
-¡Ya sé, ya sé abuelo,
Es un río!.
-No mi cielo.
No es un río,
Fue tu abuelo.
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