Pongo a Dios por testigo
Que lo que escribo a continuación
Me sale del corazón
Y solo lo aplico conmigo.
A nadie señala mi dedo
Nadie soy para juzgar
Pero debo mirar
Si hago todo lo que puedo.
El Evangelio (mal que le pese a quienes lo denuestan), es un magnífico ejemplo de pragmatismo, es tremendamente práctico y funcional.
Hoy nos anestesiamos la conciencia “cooperando” con ONG´s, donando para grandes causas, alineándonos contra guerras o a favor de los derechos humanos, ¡Oye, que eso está muy bien. No me malinterpretes! Hay que hacerlo sin duda.
Pero… ¿Qué pasa con el indigente que duerme en tu portal?, ¿qué hay de los que buscan que comer en tus contenedores de basura?, ¿o con ese inmigrante que te molesta cuando tomas una cerveza, queriendo venderte unas baratijas?
Seguro que no nos importaría colaborar contra el hambre en Nigeria, pero que ese nigeriano no te moleste en el bar…
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” dice el Evangelio, (ahora le llaman a eso empatía creo, y ni con tan bonito nombre se usa).
Prójimo proviene del latín “proximus” (más cercano) del que por vía culta obtuvimos próximo.
Es decir:
Ama al que está más cerca como a ti mismo. La cooperación con organizaciones, etc. Es más “aséptica”, no tenemos que mancharnos las manos, ni oler la humanidad de otros, ni tenemos que enfrentarnos a la realidad (a través de la TV es mejor), de las miserias que tienen que soportar nuestros “proximus”. Evitando así esa desagradable sensación de sentirme mal por mirar para otro lado o de ignorar la mano que se me tiende pedigüeña.
Pero a tu lado hay quien necesita ayuda, una palabra amable, una sonrisa. Necesita que alguien sepa que existe.
En fin… denuesta el Evangelio pero ojalá lleguemos a amar al que está cerca un poquito de lo que nos amamos a nosotros mismos.
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