Paseaba con un entomólogo
de hablar serio y carismático,
que me explicaba sintético
sin mediar siquiera prólogo
cuanto ser nos encontrábamos.
Disertaba eufemístico
sobre el miedo atávico,
con raíces arquetípicas,
que tenemos al arácnido.
-No pise ese ortóptero-
Me dijo con gesto impávido.
Yo salté la cucaracha con rostro un tanto pálido
de hablar serio y carismático,
que me explicaba sintético
sin mediar siquiera prólogo
cuanto ser nos encontrábamos.
Disertaba eufemístico
sobre el miedo atávico,
con raíces arquetípicas,
que tenemos al arácnido.
-No pise ese ortóptero-
Me dijo con gesto impávido.
Yo salté la cucaracha con rostro un tanto pálido
-Allí corre un áptero,
-mire que nido de isópteros.
-Vea como ese díptero
mueve con gracia sus élitros.
-¡Oh que bello lepidóptero!
Dije: ¡que gran libélula!
-Odonato- me cortó con tono ácido,
y el insigne entomólogo
ya no me resultaba simpático,
me iba pareciendo fétido
su porte mayestático
y con un gesto automático
descargué una colleja sobre su plexo hepático.
Sin aire mirome incrédulo,
yo con inocencia cándida
dije (sacudiendo mi mano atlética):
le iba a picar un chupóptero.
Tratando de guardar el decoro
me di la media vuelta
he hice mutis por el foro.
Moraleja:
Para entendimiento de todos,
si tiene seis patas es Bicho,
si tiene dos y los estudia bichólogo".
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