Tomo su mano
ofrecida
de las mías en
el nido,
y de tomarla al
instante
veo su cara
teñida
de arreboles que
han nacido
de su pecho
palpitante.
A mis labios la
aproximo,
cual licor su
olor me embriaga,
la beso
desesperado,
acaríciola con
mimo
sintiendo como
de daga
mi corazón
traspasado.
En la pérgola
escondida
de magnolios
rodeados
mi amor declaro
rendido,
veo mi dicha
cumplida.
¡Benditos sean
los hados!
que por ella es recibido.
Por este amor
compartido
su pañuelo quedo
en prenda.
Al alejarse la
miro,
va prendida en
su vestido
mi devoción sin
enmienda.
¡Queda en el aire un suspiro!
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