lunes, 11 de enero de 2016

Tu Ausencia

Tu ausencia me hace caer
en un profundo letargo.
Los días se me hacen largos,
dejo casi de comer.

Abandono mis labores,
desatiendo mi apariencia.
Debe esto ser la esencia
del infausto mal de amores.

Estoy pasado de moda.
No se lleva ya el querer
que anhelas más que beber,
que te convierte en rapsoda.

Pones en mi boca cántico.
Cuando estás… jubiloso.
Si me faltas… tenebroso.
Me haces ser por ti romántico.

Tú, marea, vienes y vas.
Vienes y mis pies mojas,
te vas y mi alma despojas,
de ti siempre quiero más

Sin embargo cuando estás
siento nacer la esperanza,
aunque en una mezcolanza
triste porque te irás.

Mas mientras estés
olerán mejor las flores,
el cielo tendrá colores,
cien días tendrá un mes.

Epílogo

La estancia en penumbra.
Su mano acaricia
el lomo de un libro
de cuero gastado.
Sus ojos no ven las llamas que mira
danzando en el hogar.
Él ve hacia dentro
imágenes nítidas
de un solitario niño jugar.
Las sombras se mecen
al vaivén de las llamas,
abrazando el aliento
que le sale del alma.
La pipa humea
cargando el ambiente
de dulces recuerdos,
de recuerdos hirientes.
Abre el libro,
toma la pluma
y en último esfuerzo
escribe el epílogo:

Amé
y quizás me amaron.
Soñé
y mis sueños rompieron.
Caminé
con el corazón en la mano.
Parto
con solo recuerdos.

Se cierra el libro.
Cae la mano.
Y en tenue suspiro,
libre al fin,
marcha el alma volando.

Extraño en el Paraíso



Este mundo debe ser agradable, no lo dudo. Solo que no lo percibo así. Las constantes relaciones humanas, el incesante movimiento de gentes que vienen y van como en una colmena las abejas, no lo digo de manera despectiva, al contrario, envidio la apariencia de pertenencia a ese “todo” que veo en sus caras, en sus actos. La consciencia de la necesidad de su participación en el movimiento.
Pero yo me siento fuera de ese movimiento. Me rodea, me marea, me siento incomodo cuando me tengo que zambullir en él.
El mundo debe ser un paraíso, no lo dudo. Solo que yo soy un extraño en el paraíso.
Solo camino tranquilo y confiado cuando te llevo tomada de la mano.
Eres mi ancla, me das la seguridad de que aunque no pertenezco a “esto”, puedo estar y participar de ello.
Incluso puedo atisbar ese paraíso en el que me siento guiado por ti.
Misántropo al fin, con capacidad de comunicación, sí; con don de palabra, tal vez; con cierto carisma, puede, pero sin ningún deseo de usarlo.
Tú eres la puerta de mi cripta, la que me hace atractiva la idea de salir de mi oscuridad y adentrarme en esa luz que me ciega.
Toma mi mano y guíame, contigo es soportable, y sé que llegará a ser incluso agradable.
Aunque siempre seré un extraño en el paraíso.

La Vida Arrugada

Tengo la vida arrugada en un cajón,
se quedó allí hace tiempo.
Le pondré unas pastillas de jabón
para que huela bien su recuerdo.

De vez en cuando la sacaré
para orearla con el viento,
para que la polilla no la coma,
para deshumedecer sus sentimientos.

Inútil es intentar plancharla,
se me ha quedado grande,
las inclemencias la han raido,
su color no es el de antes.

Ya no sirve para nada
pero le tengo cariño.
me ha de servir de mortaja
la que me vistió siendo niño.

Juglar

Vuesas mercedes permitan
deste juglar el romance
del singular misterio,
amor de muerte nace:

“En un bosque castellano
un hidalgo caballero
aprestabase a la caza
sin ayuda de escudero.
Bravo en cien batallas
contra el moro guerrero.
La su ballesta en ristre
adentrose en un sendero,
los sus sentidos alerta
dirigiéronlo a un calvero
por el sol iluminado,
donde estaba paciendo
la más hermosa gacela
rodeada de majuelos.
Tensó la ballesta ruda,
cortó la saeta el cielo,
cayó la gacela herida,
alegrose el caballero.
Sobre la herida bestia
va a descargar el acero,
cruzáronse sus miradas,
tembló la daga en sus dedos.
El noble animal se duele
se arrepiente el caballero,
quien no perdonó en batalla
se apiada de un ciervo.
Toma del ijar la flecha
y de sacarla al momento
transformase el animal
en doncella en lamentos.
la cubre el jubón del noble,
la traspone a un convento,
buenas monjas la reponen,
todos ven señal del cielo.
Y aquí termina la historia
del muy noble caballero
que salió a cazar gacela
y acabó casadero.”

Si a vuesas mercedes place
para del juglar sustento,
algunas monedas busquen
en los nobles monederos.

Piel y Luna

Todo iluminas cual luna llena,
Resplandece en penumbras tu cuerpo.
Dando sentido a mis noches,
Provocándome a soñar despierto.

Páramo en el que quiero perderme,
Fulgor de nieve que quema.
Para no encontrarme nunca,
Para que no me encuentre la pena.

De mis ojos sobre tu pecho llueve.
Me abandono sobre tu vientre
Besando caminos de plata
Hasta que el alba te despierte.

No hay amanecer más hermoso
Que el de tus ojos al abrirse,
Que el florecer de tus labios
En un beso dulce y triste.

De chistera y miriñaque


Tomo su mano ofrecida
de las mías en el nido,
y de tomarla al instante
veo su cara teñida
de arreboles que han nacido
de su pecho palpitante.

A mis labios la aproximo,
cual licor su olor me embriaga,
la beso desesperado,
acaríciola con mimo
sintiendo como de daga
mi corazón traspasado.

En la pérgola escondida
de magnolios rodeados
mi amor declaro rendido,
veo mi dicha cumplida.
¡Benditos sean los hados!
que por ella es recibido.
 
Por este amor compartido
su pañuelo quedo en prenda.
Al alejarse la miro,
va prendida en su vestido
mi devoción sin enmienda.
¡Queda en el aire un suspiro!