martes, 20 de octubre de 2009

Oda a la primavera.

Ya la primavera asoma
Con sus verdes y sus flores
Y cada cual la toma
Con alegrías o dolores.

A unos la vista alegra
A otros provoca sudores
A unos el alma levanta
A otros provoca picores.

Hay narices que gotean
Alergias multicolores
Y los ojos lagrimean
A los vientos polinizadores.

Hola estación traicionera
Musa de románticos escritores
Tú que la sangre alteras
No nos toques… … las vías respiratorias superiores.

La hora tonta.

Bueno, aquí estamos otro día. Ya llegó la hora tonta; al final, cuando ya has recogido la cocina, puesto el lavavajillas, ayudado a hacer la mochila al pequeño (su beso de buenas noches que cada vez le cuesta más trabajo aceptar –y es que tiene casi 16). En fin, cuando todo el trajín del día parece haber acabado, tus hombros caen, tus ojos te escuecen y te duele la espalda, sin duda es la hora tonta.

Es la hora en la cual miras a tu alrededor y ves todo lo que te ha quedado por hacer, el montón de ropa para la plancha en tu dormitorio, esa ligera y delicada pátina de polvo sobre los muebles, que queda tan bien en las pelis de miedo pero que a ti te repatea los higadillos, etc., etc.

Es la hora en la que aunque no lo deseas, tu mente comienza a dispararte con pensamientos que mientras has estado ocupado has podido esquivar, pero que ahora te dan de lleno. Pensamientos sombríos, pesimistas, que te esfuerzas por evitar que se conviertan en desesperanza.

Es la hora en la que se revela tu verdadera condición: estás solo.

Mientras suena acompasada la música del lavavajillas, arrastrando las pantuflas (chanclas para los amigos) te diriges al lavadero, donde otro montón de ropa te recuerda que tienes que poner una lavadora (o dos). Te sientas allí, entre productos de limpieza y restos de antiguos juguetes, desde hace años olvidados, que como todas las noches te hablan, te recuerdan las risas de aquellos preciosos pequeños que fueron tus hijos. Y te duele, te duele mucho que no hayan podido seguir teniendo la vida tranquila y “normal” que tenían. Con movimientos lentos enciendes un cigarrillo y…recuerdas por qué es tan tonta esta hora.

Es la hora tonta porque no marca el final del día, marca el comienzo de otro, con suerte igual de absurdo y duro como el de hoy. Si no hay suerte… peor.

Al final... el principio.

Con los hombros cargados de tristeza

Errático por la estrecha senda camino

Al encuentro del esperado destino

Sintiendo del frio suelo la aspereza.


El helado aire mi rostro corta

Anticipo ingrato del acre aliento

De la que espera en sepulcro por asiento

Descansando descuidada la guadaña que porta.


¡Tu, que eres fin de mi andadura!

Mano alzada, señalándola le grito

Dime tú, dime por Dios bendito

¿Por qué me conservaste la cordura?


¿Por qué tantas luchas y quebranto?

Sorprendida, vuelve a mí la calavera.

Hace un ademán, me dice: Espera,

No comprendo de qué te quejas tanto.


Seguro te aqueja el mal del olvido,

Sobre tus pasos mira hasta do la vista abarca

Si hoy te enfrentas con la Parca,

Será porque has vivido.


Tus manos, otras manos sostuvieron,

Tus ojos de belleza se saciaron,

Te besaron y tus labios besaron,

Tú quisiste y te quisieron.


Lágrimas de pena y también de alegría

Por tus mejillas rodaron turbulentas.

Mira aquí mis vacías cuencas,

Por una de tus lágrimas todo daría.


Hoy te niego el descanso, oye bien lo que te digo

Ojalá un día entiendas lo que te digo ahora:

Alguno desprecia lo que otro adora.

Para mí quisiera lo que para ti es castigo.

miércoles, 22 de abril de 2009

Little flame


Pequeña llama, amada mía,
como candil que la oscuridad corta
orientas los pasos de la vida mía.
Frágil lucero que la noche porta.


Pequeña llama, amiga mía,
el calor tuyo es mi ilusión
que el frio mundo me helaría
sin la tibieza de tu corazón.


Pequeña llama, compañera mía,
aunque tan lejos de mi te encuentras,
siendo llama pequeña tu me guías
como faro en medio de la tormenta
a buscar el refugio de tu compañía.


Pequeña llama, sin ti no se que haría
frágil cuerpo, grande alma
candil, lucero, faro, guía,
mi compañera, mi amiga, mi amada.

miércoles, 7 de enero de 2009

Viejo

El tibio Sol del invierno
calienta mis huesos cansados
señal de los años pasados
sin sentir, como en un sueño.

La vida se ha escapado
y solo veo perplejo
asomado al reflejo
que mis sienes se han nevado.

De aquel joven que ayer fuera
este cuerpo es hoy prisión;
es el mismo corazón,
otro el que veo sin fuerzas.

Y me miro en el espejo,
y no puedo comprender
como ayer, tan solo ayer
era joven y hoy soy viejo.